NUESTRA VISIÓN

Nuestra Visión: Ser una iglesia en crecimiento, apasionadamente comprometida con Cristo.



martes, 11 de mayo de 2010

PALABRAS SUTILES PARA UN MUNDO SORDO


Jesús dijo a sus discípulos: “A ustedes se les ha concedido conocer lo secretos del reino de Dios; pero a ellos (al público general) no”.
¿Por qué Jesús no hablaba claramente a las personas? La respuesta es porque Él había estado enseñando muchas veces sobre la injusticia, el pecado y el juicio que vendría sobre aquellos que no tuvieran un corazón arrepentido y sin embargo la actitud de la gente, en su mayoría, fue de indeferencia e incredulidad.
En una ocasión los líderes religiosos de Israel le preguntaron al Señor: “¿Qué señal haces para que creamos en Ti?” Él les dijo que la única señal que podrían tener es la del profeta Jonás, es decir, pasar tres días en el sepulcro después de su muerte antes de su resurrección.
Jesús no perdería su tiempo enseñando a un pueblo que no estaba interesado en oír. Es por eso que las consecuencias de sus actitudes vendrían sobre ellos en vista que habían decido dar la espalda a Dios.
Hoy día, muchas personas se preguntan por qué tenemos tanto desastre y tanta injusticia en nuestra sociedad. Incluso muchos cuestionan que cómo es posible creer en la existencia de un Dios de amor cuando vivimos en mundo de odio y de maldad. La respuesta es la misma: La humanidad ha decido dar la espalda a Dios.
El mundo decidió ir sin Dios, y eso ha traído una serie de males espirituales, sociales y ambientales. El mundo se ha convertido en un verdadero caos y es porque nuestro sistema se ha encargado de ir sacando a Dios de la escena.
Dios nos habla sutilmente en medio de la catástrofe, nos recuerda que ésta es resultado de haberle dejado de lado, en la vida personal, en el matrimonio, en la sociedad y en la nación.
A pesar de lo anterior, Dios sigue amando al mundo, para que todo aquel que en el cree, no se pierda sino que tenga vida eterna.
Miguel Ángel López H.

jueves, 8 de abril de 2010

¡Cuidado con la Rutina!


Nuestra sociedad cada vez se parece más a una tableta efervescente. Las personas parecen enloquecer de entusiasmo por unos minutos y hasta días por una actividad que les parece fascinante pero al corto tiempo aquello que les entusiasmaba se ha vuelto rutinario, mecánico…frío.


Muchas veces el pueblo de Israel atravesó por momentos en los que su relación con Dios era simple rutina; una serie de rituales aprendidos y realizados con la exactitud de un reloj suizo pero sin convicción, sin vida. El vigor espiritual del pueblo y su consecuente vida no era muy diferente a la de los otros pueblos que habitaban a su alrededor y que seguían prácticas idolatras y vidas de profunda descomposición moral.


Y es que la rutina es un asesino silencio de la verdadera espiritualidad. Es una condición confusa y engañosa pues nos hace creer que el hecho de la participación sistemática de eventos y actividades cristianas es suficiente para una vida en aparente armonía con Dios y sus propósitos.


Por otro lado, la rutina es un cáncer espiritual que nos seca poco a poco dejándonos sin gozo espiritual, nos deja como sabor de boca una sensación de pesadez y tedio, lo que antes nos parecía desafiante y alentador ahora es casi una pérdida de tiempo.


Ahora bien, ¿Cómo llega un cristiano a caer en la monotonía? La respuesta a esta pregunta no necesariamente se encuentra en el exterior, en el ambiente que se genera en las actividades de la vida cristiana, más bien se encuentra en el interior, en la intimidad del corazón del individuo que ha descuidado su amor hacia el Señor y se ha ido alejando de la meditación de la Biblia y la oración privada yendo en pos de otras “atracciones” pasajeras.


Fue Jonás, un profeta desobediente a la dirección de su Dios quien dijo: “Los que siguen vanidades ilusorias, su misericordia abandonan”.
La rutina es real, no vivamos vidas de aparente seguridad con una excesiva confianza en nuestra propia capacidad de huir de ella, más bien vivamos cada día buscando avanzar en nuestro caminar cristiano en dependencia del poder de Dios.
Miguel Angel López H.

lunes, 15 de febrero de 2010

VIVIENDO EN EL MUNDO DE LA INDIFERENCIA


Vivimos en días en los que las personas se interesan cada vez menos en los demás. Parece que el dolor y la necesidad ajena son cosas con las es mejor no complicarse. La persona promedio piensa: “Ya tengo suficientes situaciones que resolver como para echarme las cargas de otros sobre mis hombros”.
Cuando recordamos como el Señor Jesús resumió la ley, lo hizo dando al tema del amor un nivel preponderante; amar a Dios sobre todo, y al prójimo como a uno mismo. Es el amor lo que hace que las cosas buenas ocurran, y es la falta de amor la que desencadena toda clase de dolor y sufrimiento.
Dios es amor, su naturaleza es el amor, por amor el Padre envío al Hijo al mundo para que fuera nuestro sustituto en la cruz. Por amor el Hijo murió voluntariamente para darnos redención. Sin amor nada de esto hubiera sido posible.
Como discípulos de Jesús somos llamados a amar a Dios, pero también a amar a nuestro prójimo. El amor es parte del fruto de Espíritu Santo y un aspecto distintivo del carácter que se espera de cada creyente. El problema es que la palabra amor se ha devaluado, se ha vuelto tan común que se aplica a casi cualquier cosa.
Hoy día hay la gente dice amar a su perro o a su equipo deportivo. Incluso hay quienes aman salir a pasear al campo o hasta alguna comida en particular y sin embargo, son incapaces de amar a las personas.
Cuando cooperamos con el Espíritu de Dios para que haga su obra en nosotros, Él nos transforma a la imagen de Cristo. El amor hacia otros se vuelve ya algo natural, genuino y nos mueve a expresarlo a través de acciones concretas encaminadas a bendecir sus vidas.
Es posible que una persona que decida vivir de esta manera no pueda transformar al mundo entero. Pero claro que puede transformar su mundo con el amor de Dios fluyendo por medio de ella y llegando hacia otros de maneras creativas y siempre oportunas. Recuerde, el fruto que produce el Espíritu Santo en nosotros es amor…
Miguel Ángel López H.

miércoles, 26 de agosto de 2009

EL ARTE DE SABER ESCOGER BIEN


Existen en la vida muchas cosas para las que se requiere pericia; una persona necesita pericia para subirse a una ola en una tabla de surf. Requiere extrema pericia ser esposa, madre, trabajar fuera y dentro de la casa y estar involucrada en el servicio a Dios. Requiere pericia hacer sonar melodiosamente un instrumento musical o pintar una obra de arte.

Del mismo modo, se requiere de mucha pericia para dominar el arte de tomar buenas decisiones. Por cierto, se ha llegado a saber que la toma de decisiones es una de las cosas que más desgasta a las personas por el temor de cometer un error en lo que se elige y tener consecuencias permanentes y a veces de por vida.


Tomar decisiones no es una cosa fácil; ¿Qué se va a estudiar? ¿Con quién casarse? ¿Cuántos hijos tener? ¿Dejar el trabajo actual y tomar la nueva opción que apareció? ¿Cómo criar a los hijos? ¿Invertir o no invertir el dinero en ese proyecto? ¿Ir al seminario y estudiar teología? Que difícil es decidir, sobre todo cuando tenemos varias opciones y una fecha límite en la que tenemos que haber decidido por una de ellas.


Para muchos sería más fácil dejarse llevar por la corriente de las circunstancias y dejar todo en manos del destino, de la suerte o de Dios. Sin embargo vivir de esa manera sería exponernos ante la posibilidad de lamentarnos, de no haber actuado cuando fue tiempo de hacerlo.


Para nuestro bien, tenemos en la Biblia una guía práctica que nos ayuda a tomar buenas decisiones, no quiere decir que siempre será fácil hacerlo, pero sin duda siempre será lo mejor:
1. Tome decisiones sobre cosas del presente considerando el futuro. ¿Esta decisión que tomaré hoy de qué forma afectará mi futuro o el de mi familia?
2. Tome decisiones que honren a Dios. Las decisiones que buscan honrar a Dios en primer lugar, por lo general son buenas decisiones. Si algo que decidimos no honra a Dios seguramente es pecado.
3. No escoja sólo las cosas fáciles. A veces es necesario asumir retos que nos desafían a depender de Dios y dar el máximo de nuestra vida.
4. Escoja de lo bueno lo mejor. No se conforme con las cosas buenas de la vida, Dios nos ha llamado a ir por lo mejor. Lo mejor no siempre es lo más popular, pero siempre es lo que produce más satisfacción.

Miguel Ángel López H.

martes, 28 de julio de 2009

PONGAMOS DE "MODA" LA SANTIDAD


La famosa diseñadora Coco Chanel definió la moda de una forma muy ingeniosa, ella dijo: “Todo lo que es moda se pasa de moda”. Y es que al considerar los cambios, a veces dramáticos, que se dan en la industria de la moda, podemos ver que ella tenía razón; lo que hoy está de moda, mañana ya no lo estará.
De la misma manera, en la historia del cristianismo hemos visto como se han levantado diversas “modas” para luego dar paso a otras novedades. Por ejemplo, en la década de los ochentas vimos como inició una renovación en la forma de entender el trabajo misionero. Años después, esa renovación cambió de campo hacia la alabanza y la música en la iglesia. En los últimos años se ha desatado una ola creciente en el área de las experiencias sobrenaturales adjudicadas al Espíritu Santo. Palabras como la unción y actividades como “los encuentros” se han vuelto frecuentes en buena parte de la comunidad evangélica.
Ahora bien, después de analizar estos cambios es oportuno hacernos la pregunta ¿Qué pasó con la santidad? El pueblo cristiano siempre debe ser caracterizado por una vida distinta a la propuesta de su cultura. Los seguidores de Jesucristo deben distinguirse más que por la música que se oye en sus templos o las experiencias espirituales que tengan, por sublimes que estas sean, por una vida integra y santa, que refleje un auténtico compromiso con su Señor.
La santidad no debe ser una moda pasajera en la iglesia de Jesucristo, debe ser el distintivo permanente de sus miembros. Una vida de santidad puede convencer más que cualquier discurso teológico y eso es justamente lo que el Señor dijo que distinguiría a sus seguidores. El dijo: “Por sus frutos los conoceréis” ¿Qué tipo de fruto está dando tu vida?
Miguel Ángel López H.

martes, 21 de julio de 2009

DOS CABEZAS PIENSAN MEJOR QUE UNA


Es sorprendente cuánta sabiduría puede haber en un refrán popular. Dicho de otra forma, cuando se suman dos puntos de vista, el resultado será mejor; más amplio y más completo.
A la hora de tomar buenas decisiones es necesario buscar consejo de aquellas personas que puedan enriquecer nuestro punto de vista de las cosas, el cual a veces es muy limitado.
No obstante lo anterior, no es fácil para la mayoría de nosotros pedir consejo pues para ello tenemos que vencer algunas barreras: Primero, debemos enfrentar la realidad que nosotros no somos depositarios absolutos de la verdad. Segundo, debemos deponer actitudes de orgullo y autosuficiencia pues de lo contrario no veremos la importancia de pedir consejo ya que pensaremos que “no lo necesitamos”.
Algunas ideas prácticas a la hora de pedir consejo son las siguientes:
1. Busque a personas que tengan experiencia y habilidad en el área en la que usted necesita dirección: finanzas, temas familiares o laborales, etc.
2. No busque sólo a las personas que le dirán lo que usted de antemano desea escuchar. Busque personas imparciales que hablarán con franqueza.
3. Comprométase a atender el consejo cuando éste sea el adecuado. Evite el hecho de escuchar sin aplicar lo escuchado. Este tipo de consejos para poco aprovechan.
4. Busque consejo antes de tomar la decisión, esto le ayudará a prevenir eventuales errores que traerán dolor y frustración. Es mejor prevenir que lamentar.
5. Sobre todo, busque personas que le orientarán bajo la perspectiva de la Palabra de Dios. Dejar de lado a Dios equivale a caminar en la cuerda floja ¡Tenga cuidado!
La Biblia nos advierte: “No seas sabio en tu propia opinión” (Prov. 3:7ª), y “Donde no hay dirección sabia caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros hay seguridad” (Prov. 11:14).
Recuerde, un principio indispensable para tomar buenas decisiones es tener la capacidad de buscar y atender consejos sabios y oportunos.
Miguel Ángel López H.

jueves, 16 de julio de 2009

UNA VIDA REALMENTE LOCA


Frustración, falta de propósito en la vida, depresión y deseos suicidas son algo cotidiano para muchas personas en nuestro mundo. La vida se vuelve una mecánica rutina en la que ya no se sabe por qué se hacen las cosas ni para dónde se va.
La sociedad occidental busca su identidad y subsecuente felicidad en la obtención de bienes de todo tipo. Parece que el valor de las personas para muchos viene de la manera en la lucen o de la educación que han recibido.
Muchas personas buscan la felicidad en aquellas cosas que el dinero puede comprar. Se enfrascan en una vida de activismo pensando que al final recibirán el beneficio de su esfuerzo y olvidan que sólo lo barato se compra con dinero.
Para otros la felicidad está en dar rienda suelta en su vida a toda clase de placeres, van desde lo socialmente aceptado hasta lo más profano y en su peregrinaje consiguen más heridas que alegrías. La persona que vive para el placer ocupará la primera mitad de su vida en hacer miserable la segunda mitad de ella.
Mucho se ha hablado acerca de la fórmula de la felicidad en esta vida, muchos han hecho largas expediciones para obtenerla y otros han pagado grandes sumas de dinero sin mayores resultados. El problema de nosotros los humanos es que hemos olvidado un “detalle” que hace una tremenda diferencia: Dios nos hizo y sólo tomándolo en cuenta a Él la vida alcanza todo su potencial.
Como alguien dijo: “Nos hiciste para Ti y nuestras almas no descansan hasta que lo hacen en Ti”. Fue Jesús quien dejó clara esta verdad: “Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia”. Cualquier otra forma de vida en la que Jesucristo no es el centro es una burda caricatura de lo que significa vivir y una auténtica locura, son intentos fallidos de querer alcanzar el máximo pues aún cuando obtengamos muchas cosas en nuestro viaje por esta tierra y nos embriaguemos de sus placeres, cuando estemos en la soledad de nuestra vida nos daremos cuenta que nada de eso ha sido suficiente para hacernos sentir realmente vivos.
En esta vida hay dos tipos de ateos; unos viven sin creer en la existencia de un Dios, y otros aunque dicen creer en Él viven como si no existiera. Para ambos está reservada la misma suerte: Una vida vacía y sin sentido y lo peor…una eternidad en tormento para lamentarse de haber desperdiciado el bien más valioso con el que contaron, su propia vida.
Miguel Ángel López H.