Muchos médicos coinciden en que en los últimos años, se ha incrementado el número de personas que padecen enfermedades asociadas a trastornos emocionales como el estrés, la ansiedad y la depresión. Sin duda la carga laboral, las relaciones familiares, los constantes cambios en la economía y los desafíos de la vida moderna han provocado un fuerte impacto en la vida de las personas.
El horizonte no parece ser demasiado alentador y es por ello que la inestabilidad emocional y una actitud pesimista de la vida se han apoderado del corazón de muchas personas.
En los días de Jesús la gente estaba desgastada por un ambiente político militar de opresión, la vida en palestina era convulsionada y por si esto fuera poco, la esperanza mesiánica había decaído pues ya habían pasado cuatrocientos años sin voz profética en Israel.
En un escenario sombrío se encendió una luz que cambiaría las cosas dramáticamente. Desde el mismo anuncio del nacimiento del Señor el ángel dijo a los pastores: “Os doy nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo” (Lucas 2:10). El nacimiento de Jesús inaugura un cambio en el corazón de las personas en el que a pesar del entorno en que se viva, el gozo de Dios es derramado abundantemente en la vida de aquellos que se convierten en discípulos de Jesús.
Es por ello que el apóstol Pablo lo dice con claridad: “Estad siempre gozosos” (1 Ts. 5:16), dando a entender que el gozo del que estamos hablando se sobrepone al entorno circunstancial y a las mismas emociones. Esta clase de gozo viene de Dios y no puede ser alterado o suprimido por nada.
Ser cristianos hoy, representa el desafío de vivir coherentemente nuestra fe en un ambiente hostil y contrario al Reino de Dios. A pesar de esto, el gozo que viene de caminar con Dios, de creer en su Palabra y de confiar en que Él tiene control de nuestra vida es superior a cualquier sombra de duda o ansiedad.
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