NUESTRA VISIÓN

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martes, 13 de enero de 2009

EDIFICANDO SOBRE UN FUNDAMENTO SÓLIDO


Profunda decepción habrá en el corazón de la persona que dedicó tiempo y esfuerzo, que invirtió horas de trabajo y puso sus sueños en un proyecto que a la larga se derrumbó por haber sido edificado sobre un mal fundamento.

A primera vista las cosas pudieron haber parecido correctas; los planes eran buenos, la finalidad noble y el esfuerzo invertido fue tenaz, pero las cosas no resultaron. El factor más importante fue el menos considerado: El suelo no era el indicado para la construcción. Cuando esto ocurre, lo único que se necesita para la catástrofe es tiempo.

Cuando Josué asumió el liderazgo sobre el pueblo de Israel, Dios se encargó de que este joven líder tuviera claro el factor determinante para el éxito de su misión. El Señor estableció que Josué debía conducirse bajo la dirección de Su ley y no debía desviarse de ella.

En los últimos capítulos del libro, encontramos a Josué con la satisfacción de haber acabado la tarea que había recibido de Dios. Después de todo no hay mayor satisfacción que llegar al final de la carrera con la certeza de que se ha edificado sobre un fundamento sólido, es decir, que las decisiones y acciones de la vida fueron dirigidas por la Palabra de Dios.

Vivimos en una sociedad que cada día nos presenta muchas opciones para dirigir nuestra vida. Es como si se desplegara frente a nuestros ojos un amplio “menú” donde se encuentran opciones atractivas y populares. Por otro lado, la Biblia sigue siendo la mejor guía y el fundamento supremo sobre el cual podemos edificar nuestra vida. La decisión es individual, debemos escoger sobre qué edificaremos nuestra vida, si lo haremos sobre las propuestas imperfectas de la sociedad o sobre el valor eterno de la Palabra de Dios.

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