NUESTRA VISIÓN

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miércoles, 22 de abril de 2009

SED DE DIOS


En nuestro mundo las personas tienen sed de muchas cosas; algunas tienen sed de popularidad y prestigio. Otras tienen sed por adquirir cada vez más cosas y otras por alcanzar el tan anhelado éxito académico o profesional.

La pregunta es, en medio de una sociedad así, ¿Es posible encontrar personas que tengan sed de Dios? ¿Sed de conocerlo de forma más íntima y personal? Para ser más concretos, ¿De qué tenemos sed los cristianos? ¿Dónde están nuestros más fuertes deseos en esta vida?

Cuando vemos la historia bíblica, encontramos a hombres y mujeres que sin duda nos inspiran al considerar sus hechos y la manera en la que Dios se manifestó en ellos. Uno de esos personajes fue David, el rey más grande que tuvo Israel. Al recordrar la grandeza de David, debemos preguntarnos de dónde venía su fuerza espiritual, cuál era la fuente de su sabiduría y cómo este hombre llegó a ser alguien conforme al corazón de Dios.

La respuesta a estas interrogantes no es algo oculto, está claramente definido en las declaraciones del mismo David, veamos algunas de ellas:

“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,
Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.”
“Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo”

Sin lugar a dudas, una persona (al igual que David) que ha desarrollado deseo por la persona de Dios, por su presencia y por cultivar una vida de compañerismo con Él trascenderá a niveles cada vez más altos en su caminar espiritual. La vida de alguien así se elevará por encima de la espiritualidad teatral o los clichés superficiales del cristianismo.

¿De qué tiene sed usted? ¿Dónde están sus más fuertes deseos? Las respuestas que demos a estas preguntas revelarán lo que hay en nuestro corazón.

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